Cuando estés en la noche oscura
del sufrimiento no culpes a Dios,
no te culpes a ti mismo,
ni culpes a los demás.
En lugar de ahogarte con la culpa,
fortalece tu espíritu con la oración,
buenas lecturas y el apoyo
de quienes te aman.
No te concentres únicamente
en tus penas y valora todo lo bueno
que aún puedes disfrutar.
Si no te dejas vencer por el desespero,
serás capaz de luchar, como lo hacen
tantos que están en peores situaciones.
Por eso te conviene mirar hacia abajo
y darte cuenta de que otros sonríen sin pies
cuando tú lloras por no tener zapatos.
Hay penas que nos parecen insufribles,
pero paso a paso vamos saliendo adelante
si avivamos la fe y la esperanza.
Nos pasa como el alpinista que ve
la cumbre lejana, pero poco a poco
sus bríos lo llevan hasta arriba.
Dios nunca te abandona, y está allí
contigo, aunque a veces no lo sientas.
Sigue adelante y verás cómo puedes
más de lo que crees.
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